-psssss, - con un ligero toque en la espalda el isidrin había llenado con la correcta cantidad el vaso de sidra para dar ese único trago que dice la tradición de los bebedores de sidras, y que yo me empeño en saltarme a la torera dando siempre dos tragos. Pero qué bien que entra la sidrina esta.
Montse y yo estamos estábamos dando buena cuenta de una fabada y unos tortos con picadillo. Montse hablando con Marisa que se ha tomado un descanso y se está tomado una sin. Yo veo/oigo la carrera de Malasia, aunque realmente ya la vi por la mañana, pero quiero que Montse vea la espectacularidad del coche de Petrov espachurrándose contra el suelo y quedándose el piloto literalmente con el volante en las manos, cual dibujo de Mortadelo.
-¿Os he contado lo de la sidra? - Marisa sonríe, ¿otra vez?, debe pensar.
Me encanta contar anécdotas, así que sin más dilación y antes de que me digan que realmente la cuento siempre que bebo sidra, empiezo.
-Esto fue hace unos diez años, a comienzos de Septiembre. Había encargado a mi cuñado Jesus una caja de sidras guipuzcoanas, que siempre me han encantado, y que además no hace falta escanciar tanto como la asturiana. El caso es que me las trajo y tal cual fueron las 12 botellas a la parte alta del armario/despensa de la cocina, volcadas en un botellero. Unos días después debutaba (y no en brodway precisamente) así que hay se quedaron las botellas, olvidadas, y con la certeza de que jamás me las bebería.
Pasaron algunos años, 3 o 4, y heme aquí un día que estaba yo cenando mi triste ensalada de lechuga y lechuga, con mis tristes salchichas franfur, con mis tristes 40 gramos de pan, y mi triste vida. Entonces se oyó:
-pump, pop, pumb, pop, pumb … pumb, pumb … psssssssssssssss – Y vi que la puerta del armario/despensa se abría lentamente. Efectivamente, las sidras habían fallecido aburridas de la espera, y los corchos habían saltado todos a la vez. Me levanté, recogí, limpié, y seguí cenando, sin sonreír, ni llorar.
Tan solo quedaron dos o tres que tuvieron el mismo destino que sus compañeras en la basura.
Si, ya lo sé, no es de mis mejores anécdotas, pero me había acordado en ese momento. Marisa me miraba sonriendo, Alonso golpeaba al niñato, Montse me miraba encantada (lo que hace el amor).
-psssss- otros par de tragos, que buena la sidrina, y que bien entra, madre del amor hermoso, y que buena la fabada, y los tortos ….- psssss.